LA ISLA DE BUDA

Según nos indican los planos más antiguos del delta, la isla de Buda comenzó a formarse a principios del siglo XVIII. Buena prueba de este hecho nos la ofrece el escrito que Don Francisco González «Alguacil Mayor de la ciudad de Tortosa», y primer propietario de la isla, dirigió con fecha de 16 de abril de 1738 a la Corona de Aragón solicitando la anexión «…de una isla de tenencia de treinta jornales, poco más o menos, que de algunos años a esta parte ha aparecido en el albeo del río…la cual se halla inculta y vulgarmente la llaman la Isla de Buda, de la cual la Real Hacienda no percibe beneficio alguno. Por ende, y a fin de que el Patrimonio Real consiga alguna utilidad, pide y suplica serle por V.S. concedida dicha Isla, ofreciendo pagar moderada entrada y censo anual…», y que se resolvió favorablemente el 11 de agosto de 1739.

Desde entonces, y con el paso de los siglos, la isla de Buda fue creciendo gracias a los sedimentos aportados por el río en avenidas y riadas, hasta que llegó a tener 1600 hectáreas de superficie, pasando de manos de un propietario a otro, hasta que, finalmente, en 1924 fue adquirida por los hermanos Joan y Pere Borés Calsamiglia, abuelos de los actuales propietarios.

A finales del siglo XIX el cultivo de arroz era incipiente en el delta del Ebro. El pescado perdía su valor al no existir medios de conservación ni mercados, de manera que las administraciones ofrecían su apoyo a los propietarios de fincas con humedales para proceder a su transformación, dando paso al cultivo del arroz, que se podía conservar en silos y era una importante fuente de alimento que generaba riqueza y mano de obra. De esta manera fueron desapareciendo los humedales del delta mientras que en Buda, por expresa voluntad de sus propietarios se respetaron las lagunas tal y como hoy las conocemos. Posteriormente se destinó una superficie de vegetación palustre no encharcada de la isla a la práctica de este cultivo siempre respetando las lagunas y zonas próximas, dedicadas, como se ha dicho, a la pesca. Fue gracias al buen criterio conservacionista de los señores Joan y Pere Borés que la Isla de Buda es considerada como el humedal mejor conservado de Cataluña y uno de los más importantes del Mediterráneo junto con La Camarga. Estos mismos principios de protección y tutela extremos del lugar son los que quieren seguir manteniendo los componentes de la tercera generación de propietarios de la familia Borés dando continuidad al compromiso adquirido por sus antepasados de hacer lo que sea necesario para conservar Buda y la riqueza de los sistemas naturales que se encuentran en la isla.

La isla de Buda llegó a tener más de 350 habitantes, colonos que trabajaban las tierras de cultivo del arroz en régimen de aparcería y que vivían dispersos en barracas con sus ricas huertas, corrales y ganado diverso. En el interior de la isla encontramos la masía construida a finales del siglo XIX, con una capilla que hacía también las veces de escuela. En aquellos tiempos se celebraban y organizaban las fiestas mayores y se llegó incluso a crear un equipo de fútbol. En los bajos de la masía existía un bar-mesón, Taberna Cadell, lugar de encuentro diario de los habitantes de la isla al finalizar la jornada laboral. La aparición de la maquinaria agrícola y otros elementos rodados como bicicletas y motos a finales de la década de los cuarenta, ocasionó una revolución en la agricultura que supuso el progresivo abandono de la isla por parte de sus habitantes. Actualmente, el cultivo del Arroz Bomba en la isla de Buda es la principal actividad que permite conservarla y defenderla del imparable avance del mar.

https://www.ecured.cu/Isla_de_Buda
https://es.wikipedia.org/wiki/Isla_de_Buda

EL FARO -1864-

A mediados del siglo XIX la isla de Buda tenía una forma muy prominente (cabo de Tortosa), y manifestaba un proceso de progradación hacia el este. El difícil acceso a los puertos naturales del Fangar y Els Alfacs, formados por tierras de aluvión arrastradas por el río Ebro, determinó la construcción en el año 1864 del primer faro para la navegación, situado en el cabo de Tortosa, dentro de la isla de Buda, una torre de hierro de figura cilíndrica y pintada de color perla que ha resultado ser emblemática para las gentes del delta. Fue encargada al fabricante Inglés John Henderson Porter sobre planos del ingeniero español Lucio Del Valle.    

En 1937, en plena guerra civil, un escamote de soldados republicanos bombardearon y quemaron el faro para dificultar la navegación a los navíos y submarinos de guerra alemanes e italianos que bombardeaban la costa. Cerca de cumplir sus cien años, en la Navidad de 1961, un temporal de mar derribó dicho faro que yace sumergido a dos kilómetros de la costa.

El faro de la isla de Buda se encendió por primer vez el 1 de noviembre de 1864 y, en aquel momento, era el más alto de todos los faros metálicos construidos en el mundo, con una elevación de 51,5 metros sobre el terreno. Era una impresionante torre de hierro, cilíndrica, pintada de color gris perla claro, rematada por una linterna de un alcance de 20 millas, a la cual se accedía por una escalera de caracol de 365 escalones. Era atendido por tres torreros, proveídos dos veces a la semana mediante una embarcación procedente de Tortosa que recorría 50 km para acceder. Durante la guerra civil sufrió varios impactos, pero fue la regresión del delta, con la mar avanzando hacia la torre y descalzando sus cimientos, lo que lo sentenció. El 29 de diciembre de 1959, un fuerte temporal arrasó la caseta de los acumuladores y lo dejó sin luz. La noche de Navidad de 1961, un nuevo temporal lo hizo caer, tras casi cien años resistiendo todos los elementos. Coincidiendo con el periodo inoperativo del faro, en 1962 se acaba una construcción de piedra de 48 metros de altura que, ante el desgraciado emplazamiento y el continuo avance del mar, sucumbió a las olas en 1965, casi sin haber dado servicio. Tras debatir muchos proyectos se decidió construir la actual pequeña plataforma marina, dónde se situó una torreta-faro metálica de 14 millas de alcance, que se encendió por primera vez el 4 de octubre de 1983.

Faro de Buda, 2 de agosto de 1935. Pepita, Josefa Azuara Petrola, Luisa, Alfredo Cabezas Martos, Alfredo, Manolita y Antonio Cabezas Azuara. Últimos habitantes del faro de Buda.

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